¿POR QUÉ HAY MAL EN EL MUNDO?

Ante todo, Dios no causa el mal. El mal es el resultado de dos fuerzas importantes:
La primera fuerza es un ser que se llama Satanás. Hay un ser espiritual que es el enemigo de la humanidad. Es maligno, muy poderoso y quiere destruir a Dios, por lo que trata de destruir al hombre y a la mujer, quienes son hechos a imagen y semejanza del Creador. Gran parte de las tribulaciones que hay en el mundo son resultados directos del mal que causa el diablo mismo.
La segunda fuente del mal es el corazón humano. Dios sabe que hay mucha maldad oculta en el corazón de los hombres que, precisamente a causa de sus iniquidades, se lastiman unos a otros. Por ello tenemos guerras, crímenes, injusticias, racismo y toda clase de dolores y aflicciones.
El mal existe debido a Satanás y a la naturaleza del hombre y el mal tiene la tendencia a multiplicarse. La sociedad en conjunto empieza a adquirir una naturaleza maligna. Lo cierto es que, si Dios no les diera a los hombres la oportunidad de ser malos, no habría libertad. ¿Qué sucedería si cada vez que un hombre maldijera al Señor se le pudriera la lengua? Dios podría hacer esto; pero, en ese caso, estaría gobernando el universo por medio del terror. El Señor no es un dictador sino que, por el contrario, desea que los hombres decidan amarlo y servirle, además de hacer lo que es bueno. La otra cara de esa elección es que el hombre puede decidir no servir a Dios y hacer lo que es malo. Darle al hombre la libertad de escoger entre el bien y el mal ha sido la norma del Señor desde que creó a Adán, el primer hombre.
Adán fue lo que denominamos “cabeza federal” de la humanidad. De la misma forma en que una decisión tomada por el presidente de un país puede tener impacto en todos la humanidad, ya que todos estamos marcados por su pecado original. Cuando Adán desobedeció a Dios, la muerte vino no sólo a la humanidad, sino también a los animales, las plantas y la tierra en conjunto. A partir de ese momento, el hombre tuvo que sudar, esforzarse y someterse a toda clase de tensiones para poder sobrevivir. La caída de Adán introdujo al mundo el dolor y los sufrimientos, como se indica en Génesis 3.
Apenas unas cuantas generaciones después de Adán, la Biblia indica que los hombres se habían entregado casi totalmente al mal. Esto muestra la rapidez con que se extiende el mal y cómo progresa de generación en generación. La humanidad está enlazada de tal modo que podemos sacar provecho de la sabiduría y las bendiciones acumuladas por los que vivieron antes que nosotros; pero también recibimos una herencia de sus blasfemias y maldad.
Al principio, Adán se encontraba en un punto neutro, desde el punto de vista moral. Tenía la capacidad de escoger pecar o no pecar. El pecado de Adán predispuso a todos sus descendientes al mal. Por consiguiente, todos tenemos una tendencia que nos atrae hacia el pecado.
Es de veras muy lamentable que haya mal en el mundo. Sin embargo, lo verdaderamente nuevo es que existe un modo de vencer al mal: por medio del Hijo de Dios, Jesucristo. ¡Aleluya!
(Tomado del Libro “Pat Robertson Responde”.)

Deja un comentario