Tengo una pequeña cafetería en el bello barrio de Aranjuez, San José. Llego cada día tempranito y voy a buscar los periódicos del día. Con paso firme, rápido pero no tanto porque disfruto ese pequeño mandadito, siento el sol en mi cuerpo, tibio, agradable.
Cada uno de mis vecinos, pequeños lugares de comida tienen su propio aroma, algunos huelen a café fuerte, otros a desayunos apetitosos, voy saludando a cada uno de aquellos que salen a mi paso y les deseo un buen día. Me acerco al puesto de lotería, donde una señora rubia, ojos chispeantes me saluda con una gran sonrisa y no más cerquita está mi amiga, Verita, la señora de los periódicos, allí sentada en un banco rústico, con su suéter rojo, su cara que refleja una vida
Este pequeño y quizás insignificante recorrido por aquella calle, me hace llenar mis pulmones de aire, mirar el cielo y sentirme viva y feliz de un día más de trabajo, de un día más que estreno las misericordias de nuestro Señor Jesucristo.
