TIEMPOS DE SER PULIDOS (Por Isabel Cartín)

  

“vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. 6
1 Pedro 2:5

Comenzando el año 2005 visite una pequeña playa llamada Achal ubicada al final de varios kilómetros de montaña de parques nacionales en la provincia de Guanacaste.  La pequeña playa tenía una característica singular, estaba formada de piedras, pero estas piedras eran pulidas; el bambolear de las olas y el choque constante de una contra otra alisaban aquellas piedras.  Me senté sin
dificultad alguna sobre ellas, pues eran tan pulidas que no era problema, tomé en mis manos aquellas bellas piedras grandes, pequeñas, regulares de diferentes colores y formas, pero todas perfectamente pulidas.  Mientras disfrutaba de la textura de las piedras, la palabra del Espíritu Santo vino a mí diciéndome, “así, como estas piedras, deben de ser mis hijos, unos grandes, pequeños, de diferentes colores, diferentes culturas, etc., con esa peculiaridad con la que nos creo el Señor, pero todos deben ser pulidos.”

El Señor me llevó al libro de Josué y aquellos majanos [1]fueron mudos testigos de un pueblo que comenzaba una nueva vida en una nueva tierra.  Ellos habían llegado a los límites del desierto a la tierra prometida.  Moisés había muerto y al mando de Josué entraban a Canaán, la tierra que fluía leche y miel.

Era invierno y el río Jordán se había extendido más allá del lecho del río y Josué dijo al pueblo, “Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella.” Josué 3:3

Pero hubo un mandato cuando todo el pueblo pasó y el arca estaba en medio, Jehová les dijo: “tomad doce príncipes uno de cada tribu y lleven cada uno una piedra del lugar donde estuvo el arca y haced un majano donde pasaréis la noche.”

Josué 4:9, “Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy.”

Estas piedras tenían mucho significado.  Aquellas doce piedras en el lecho del río quedaron cubiertas por las aguas del Jordán.  Estas eran un tipo de sepultura.  Ellos iban para una tierra nueva que Dios les había dado, no podrían entrar sin un bautismo de muerte al pasado.  Sus padres habían vagado por cuarenta años en aquel desierto, su falta de fe no les dejó ver la tierra prometida, su comportamiento en el desierto era un lastre para su nueva generación.
1 Corintios 10:1-11 nos habla de aquellos hombres y mujeres que fueron idolatras, fornicarios y en un día cayeron veinte mil por castigo, murmuraron y tentaron al Señor.
Toda esta iniquidad de los padres debía quedar sepultada.  Cuando salió el último del pueblo, y los pies estuvieron en lugar seco, las aguas del Jordán volvieron a su lugar, dejando el majano de las doce piedras en el fondo del Jordán.  Simbólicamente esto era sepultura en medio del río Jordán.  No podemos entrar a la tierra de reposo sin antes tener una murete del presente y del pasado para que nuestro futuro sea un camino sin tropezaderos, porque si comenzamos una nueva etapa debemos dejar atrás todo aquello que no nos deja avanzar con la ligereza que queremos, por tal razón el escritor del libro de Hebreos dijo: “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” Hebreos 12:1

A principios del siglo pasado, los negros en Virginia, Estados Unidos, en medio del racismo, cuando viajaban al río para ser bautizados, descendían llorando, pero cuando salían del agua gritaban con gran júbilo, era la muerte y la resurrección, entraba a las aguas un esclavo y salía un hombre libre.

Piedras en Gilgal:

Y los hijos de Israel lo hicieron así como Josué les mandó: tomaron doce piedras de en medio del Jordán, como Jehová lo había dicho a Josué, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, y las pasaron al lugar donde acamparon, y las levantaron allí.Josué 4:8
“Y Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán. “  Josué 4:20

Estas piedras eran el comienzo glorioso de un pueblo que pasó en seco por el río Jordán.  Estas piedras eran no solo el testigo mudo de la gloria de dios por un pueblo, sino símbolo de resurrección. Entraban a una tierra que manaba leche y miel pero que era difícil de conquistar. Treinta y un reyes debían ser conquistados, cada reino con sus ejércitos, con diferentes culturas y religiones.  No era fácil la conquista.  Este es un paralelismo con nuestras vidas.  Cuando venimos a Cristo tenemos que conquistar todos los reyes entronados en nuestro yo, debemos destruirlo uno a uno.  Nuestra cultura, nuestras costumbres de pensar, actuar y sentir.  Las formas de vivir heredadas de nuestros antepasados, son reyes que deben ser conquistados y puestos bajo la autoridad del Espíritu. Solamente así heredaremos la tierra de reposo.  Estas piedras visibles eran el recuerdo de las piedras en el lecho del Jordán para un comienzo exitoso.




Piedras pulidas para la guerra
David:
1 Samuel 17:1-4
“Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. 2También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos. 3Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos. 4Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.”

Y aquel paladín de los filisteos salía al valle y retaba a cualquiera de las filas de Saúl a pelear con él, y el que lo venciera, los filisteos serían sus esclavos.  Y mañana y tarde por cuarenta días los humillaba y Saúl y todo su ejército tuvieron miedo.

Isaí era un hombre viejo, padre de ocho hijos y tres de ellos estaban en el ejército de Saúl, y el más pequeño de ellos era David, el pastor de las ovejas de Isaí.  Isaí mandó a David al campamento de Saúl a llevar a sus hermanos pan y granos tostados.  Cuando David hablaba con sus hermanos, salió Goliat a retar a Israel a pelear y David lleno de celo por su pueblo dijo, “Yo iré y pelearé con ese incircunciso.”.

El rey Saúl advirtió a David de la destreza de ese hombre de guerra, pero este insistió que el dios que le había guardado cuando él peleaba con el león y la osa por defender a sus ovejas, este mismo le daría la victoria contra Goliat, el filisteo.

Saúl le puso su armadura para el combate pero David no pudo dar paso con aquella armadura.  David iría al combate con sus propias armas.

Cuando el hombre tiene un conflicto, muchas veces busca a los hombres para que le dé consejo, fuerza, aliento, destreza, ayuda.  Pero no podemos ir a la guerra con armadura ajena.  Necesitamos tener nuestra propia armadura, necesitamos nuestras propias armas.  David tomó un cayado, una onda y fue al arroyo y escogió cinco piedras pulidas y se fue al combate contra Goliat.  Y dice la escritura que cuando Goliat miró aquel pequeño pastorcito de bello rostro y como arma lleva un palo, lo tuvo en poco y lo maldijo.  Pero David dijo al filisteo: Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.46Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.1 Samuel 17:45-46

Y tomando una piedra, la puso en la onda y la lanzó incrustándose en la frente de Goliat y el gigante cayó; entonces, David corrió a él y no teniendo armas, con la misma espada de Goliat le cortó la cabeza. Los filisteos viendo a su paladín muerto, huyeron e Israel los persiguió tomando la victoria.

David era una piedra pulida, lista para el combate, nada importa cuan grande fuera el enemigo.  En las noches de vigilia, cuando contemplaba los cielos y sus lumbreras, lo único que salían de sus labios era una alabanza al Dios creador.

Este David fue pulido en adoración y en fe, su relación con Dios creció hasta estar listo para enfrentarse con el gigante de Gat, sin temor alguno.

Las cinco piedras pulidas que tomo David como instrumento para matar a Goliat, no eran piedras comunes, sino piedras escogidas y pulidas por las corrientes de agua en lo profundo del arroyo, habían sido arrastradas y la continua fricción las había pulido.  Así nosotros, como piedras ordinarias, cuando nos metemos en las corrientes del Espíritu Santo, este nos va disciplinado, santificando, nos va puliendo para ser instrumento para derribar al enemigo. ¿Cuántos hogares son asolados por el adulterio, por la droga, por la miseria, por el pecado y enfermedad? Y el enemigo se yergue gozándose de los destrozos que hace en los hogares.  Es tiempo de dejar la tibieza espiritual, es tiempo que dejemos de llorar por los rincones, es tiempo de dejar la conmiseración, es tiempo de levantarnos y meternos en la corriente del Espíritu para ser pulidos y llegar a ser piedras preparadas para la batalla.  Somos avergonzados una y otra vez por el enemigo de nuestras almas, sin poderlo vencer, yendo de fracaso en fracaso y llorando en silencio nuestra derrota.  Ya es tiempo de meternos en las profundidades de las corrientes del Espíritu, para pulir nuestras vidas en fe y revelación de la palabra de dios, para hacerle frente a ese gigante que se levanta contra nosotros para aplastarnos.  Ya es hora que seamos los vencedores y no los vencidos.

El problema es que al meternos a las aguas del Espíritu, debemos renunciar a nuestro ego. La corriente nos llevará a donde ella quiere y perderemos los derechos de hacer lo que queremos, seremos pulidos en el área que necesitamos ser disciplinados para así resurgir de las aguas perfectamente preparados para ser más que vencedores.

Toda debilidad debe ser quitada, todo temor debe volverse en la fuerza de Cristo, quien nos fortalece a medida que andamos en obediencia a El y no habrá gigante que se pare delante de ti.

Jacob:
En Génesis 27 comenzaron los conflictos de dos hermanos, Esaú y Jacob.
Y Jacob sale huyendo de su hermano Esaú por el engaño que este le había hecho, robándole la bendición que le correspondía.

Jacob era un atorrante sin futuro, con un pasado de engaño y mentira.  Pero cuando la noche cayó sobre el apesadumbrado Jacob, este puso una piedra por cabecera y tuvo un sueño y miró una escalera que estaba apoyada den tierra y su extremo tocaba el cielo y ángeles de Dios subían y descendían por ella.

“Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 15He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.16Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. 17Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. 18Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella.” Génesis 28:13-18

Esta piedra es símbolo mudo de la vida de Jacob.  Dios le había ungido y le puso a este lugar Bet-el, Casa de Dios.  Jacob no sabía que el nombre con que había bautizado aquel lugar, sería el suyo cuando la disciplina de Dios pasara sobre él para pulirlo hasta que fuera transformado su vida y todo su ser en una casa de Dios.

En estos días vemos a los hombres ufanarse para construir templos más grandes, mas majestuosos ¿pero estarán los líderes interesados en que cada individuo que entra en estos hermosos lugares sean formados de tal manera que sean templos donde habite el Dios vivo?

“E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.”  Génesis 28:20-22

Jacob salió de aquel lugar con una promesa y una esperanza material.  Pero Jehová tenía una esperanza espiritual en cuanto a Jacob.  Jacob era una piedra dura para pulir, pero para dios el tiempo no cuenta.  Pasaron veinte años en casa de Labán, su suegro, veinte años de disciplina, engañado y engañando. Trabaja siete años por la bella Raquel y la noche de la boda entre los velos y la oscuridad de la noche le meten a Lea, la hija mayor de Labán en su alcoba. Aquella joven era la fea y hay una disciplina sentimental en Jacob. Tiene que trabajar siete años para casarse con su amada Raquel.  En aquellos veinte años dios golpea una y otra vez aquella piedra que es Jacob.  Pero aun en medio de aquellos conflictos familiares, Dios le bendice aumentando todos sus bienes.  En sueños le dirige para prosperarlo a pesar del ardid de su suegro Labán. Jacob llega al cansancio de ver el desprecio de sus cuñados, los engaños de su suegro y los problemas con sus dos esposas. Dios le habla en sueños a Jacob:

“Yo soy el dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto. Levántate ahora y sal de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento.”
Génesis 31:13

Jacob marchó con sus dos mujeres, sus once hijos, sus siervos, su ganado y todo lo que había adquirido en casa de Labán, su suegro. Pero Labán lo intercepta de camino, reclamando los ídolos que Raquel se llevó de su casa y Jacob enojado reclamó a Labán todas sus maldades e injusticias de veinte años atrás con él. Pero Labán había sido advertido por Dios en sueños de no hablar a Jacob descomedidamente, “ven, pues, ahora y hagamos pacto tú y yo, y sea por testimonio entre nosotros dos. Entonces Jacob tomó una piedra, y la levantó por señal. Y dijo Jacob a sus hermanos: recoged piedras. Y tomaron piedras e hicieron un majano, y comieron allí sobre aquel majano. Y lo llamó Labán, Jegar Sahaduta; y lo llamó Jacob, Galaad[2].”               Génesis 31:44-47.

Jacob entraba a la tierra de su padre y estas piedras eran el testimonio del olvido de las ofensas que Labán había hecho con él. No podemos tener un cambio de vida si arrastramos con nosotros los resentimientos y heridas infringidas en nuestro pasado.

Muchos de nosotros en determinado momento necesitamos salir fuera de nuestros trabajos porque no nos conviene o porque nos ha salido una oferta mejor, pero tratemos de salir sin llevar en nuestro corazón amargura por los roces recibidos.

Podemos salir de la iglesia donde hemos pasado muchos años, quizás porque nos hemos sentido frustrados, porque no hemos sido valorados por nuestros líderes, nos hemos sentido humillados, ofendidos, calumniados, etc. Salimos de este lugar con amargura en nuestro corazón, recordando a los que dejamos con rencor, amargura y aun odio, que no confesamos ni a nosotros mismos, mucho menos a aquellos que nos preguntan, ¿cómo te sientes respecto a los hermanos que dejaste en esa iglesia? Y respondemos, muy bien, muy bien, yo no tengo nada contra ellos. Pero es necesario un enfrentamiento con ellos y un perdón verdadero y un olvido de las ofensas.

Alzar un majano de tu corazón, pulirlo de toda aspereza contra tus hermanos, confesar en primer lugar como lo hizo Jacob a Labán todas sus injusticias y ofensas y luego un perdón verdadero.

En Génesis 31:38-42 Jacob hizo con su suegro un pacto de paz.
Solo cuando oramos, buscando sinceramente paz para nuestros ofensores y nuestra vida, es cuando el Espíritu Santo viene con revelaciones a nuestra alma y nos revela el porque de la actuación de quienes nos han ofendido.

Ej.: hace un tiempo tuve una ofensa, supe que aquella querida hermana que nunca olvidó un cumpleaños mío, que siempre estuvo atenta para servirme, pero que en determinado momento llevó malos informes de mi persona a mi líder.  Varias personas me habían advertido, “no tengas confianza en esta persona, pues le gusta hablar más de la cuenta.” Pero yo no quise creer y confié en ella hasta ese día en que se produjo el problema.  Orando en la madrugada, el Espíritu Santo empezó a decirme, “hay dos cosas en la vida del creyente, la casa antes de Cristo y la otra casa después de Cristo.” La primera casa es la formación del alma del hombre, es donde nacen los complejos, donde ha sido rechazada, herida, en fin todo ese bagaje de la vieja vida. Cuando Cristo nos encuentra cargados y cansados, él nos dice –las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas. Pero ese cambio no se manifiesta de inmediato. De la manera que el cristiano vaya cediendo las áreas de su vida, así Dios por su Espíritu va operando en este. Sin embargo, hay mecanismos humanos de nuestra antigua vida que los vamos llevando a nuestra casa.  ¿Cuál es la razón de esto? Esto se debe a que estos mecanismos los hemos usado a lo largo de nuestra vida y creemos que estos son perfectos porque a nuestra vista tienen virtudes. El Espíritu Santo me llevó a comprender que esta hermana había sido rechazada y el complejo de inferioridad estaba en ella; por lo tanto, el mecanismo que había usado eran los regalos y el quedar bien con la gente aunque esto significara poner en mal a otra persona, todo para que reconocieran la fidelidad al líder y le pusieran en un lugar de estima. Para esta hermana, ganarse el amor y la amistad era subjetivo pero como todo mecanismo humano en lugar de ganar el amor y el respeto todo lo iba perdiendo.

Aquella noche en que el Espíritu Santo me habló, lloré y pulí mi corazón de todo resentimiento que pudiera abrigar. Clamé al Señor para que ella llegara a la comprensión de quien era ella en Cristo, que valía mucho sin regalos ni chismes. Levanté aquella madrugada un majano de comprensión para ella.
Jacob siguió su marcha para encontrarse con su destino. La ira de Esaú lo aguardaba y el temor invadía su corazón pero en el camino se le aparecen ángeles. Jacob siguiendo sus tretas mandando a su hermano recados y regalos para conmover el corazón de su hermano Esaú, él se dijo: apaciguaré la ira de mi hermano con los presentes.

Cuando no hemos confesado nuestros pecados siempre tendremos temor. El enfrentar a Esaú, era enfrentar un pasado de engaño y de robo. Jacob comprendió que necesitaba más que tretas almáticas y pasó el vado de Jacob a sus dos mujeres a sus once hijos y todo lo que tenía y se quedó a solas en ese lugar y un varón luchó esa noche con Jacob (Génesis 32:22-24)

A través de aquellos veinte años Dios había tratado con Jacob para pulirlo como piedra preciosa. Pero esa noche era el momento decisivo para cambiar su vida y Jacob lo sabía. En primer lugar, él sabía contra quien había pecado, no había pecado contra su hermano sino contra su Dios y si quería la bendición de Dios, tenía que enfrentarse a Dios mismo con sus errores y pecados. En muchas ocasiones vemos con poca importancia lo que hemos hecho contra el hermano, sin saber que hemos delinquido en primer lugar contra Dios.

David supo que él no había pecado contra las leyes de la sociedad en la que vivía, que su pecado no fue contra un fiel soldado, como era Urías heteo o contra Belsabé por obligarla al adulterio, él dijo en su angustiosa disciplina: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado esta siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos.” Salmo 51:3-4

Aquella noche, Jacob tuvo más que una lucha carnal, una lucha ética, defendiendo sus engaños o justificándose, quizás tomando como excusa el poco interés de su hermano Esaú por su primogenitura, pues la había dado por un plato de lentejas. Esa noche Dios pudo deshacerlo en un instante pero quería medir el deseo de Jacob por su bendición. Y dijo el ángel, “déjame porque raya el alba.” Y Jacob respondió, “no te dejaré sino me bendices.” Génesis 32:35. Entonces, el ángel desencajó el muslo a Jacob pero este no lo soltó.
Jacob era un hombre de propósito y no iba a ceder.  Esta clase de hombres y mujeres que tienen un propósito definido de pedir su bendición, pase lo que pase, Dios no puede hacer otra cosa que bendecirlos.

En este lugar Jacob  cambio de nombre por el de Israel.

Jacob salió cojo de aquel lugar pero cumplido en sí el propósito del dios de Bet-el. Aquella noche en Peniel fue el toque final para pulir aquella piedra dura de Jacob. “Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera.” Génesis 32:31

Todo hombre y mujer de Dios invariablemente tendrá que pasar su Peniel si quiere que el Sol de Justicia, que es Jesucristo le salga en su camino. Jacob salió de aquel lugar con un nombre y una nueva vida, una vida transparente. Pudo profetizar a sus doce hijos al morir porque se dejó pulir por Dios.

Al inicio de mi ministerio, predicando a las naciones, una noche en la playa el Señor luchó con mi alma. Me pidió lo último que por años no había cedido a El. Yo peleaba aquello que amaba, mientras él me decía, dámelo. No fue fácil, discutí, argumenté mi derecho, mientras él me decía, dámelo. A las cuatro de la madrugada delante el mar por testigo, le dije llorando, tómalo Señor, todo es tuyo.»Hija», me dijo muy quedo, «abre los ojos, ¿ves el mar? ¿Cuántos caminos salen por él yo abriré para ti.»  Han transcurrido muchos años y él ha cumplido su palabra.

Mi querido lector, déjate pulir por su mano preciosa, nada importa si te desencaja el muslo de tu corazón o de tus ambiciones. La vida en Cristo es el más maravilloso tesoro que puedes encontrar y la paz de Dios será la herencia que te guardará para siempre.


Piedras pulidas para forma la casa de Dios
“Y cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que traían ya acabadas, de tal manera que cuando la edificaban, ni martillos, ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento de hierro.”
I Reyes 6:7

Las piedras para construir la casa eran pulidas en la cantera, eran llevadas al templo en construcción y puestas sin esfuerzo ninguno en el lugar que les correspondía. Según el sitio que le correspondía, eran las medidas y luego se pulían de tal manera que ni un papel se podía deslizar entre piedra y piedra.
En 1 Pedro 2:6 dice: “He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa.”

Cristo fue escogido como piedra preciosa (que no tiene precio) de mucho valor. En griego “entimon”o sea “digno de mucho honor, estima y distinción.” Dice el Apóstol Pedro que al llegarnos nosotros a esta piedra angular que es Cristo, nosotros también nos convertimos en piedras vivas, aptas para ser edificadas como casa espiritual y sacerdocio santo.

Escrito por: Isabel Cartín





[1] Grupo de piedras puestas en forma de monumento.
[2] Galaad: el majano del testimonio.
[3] Jacob, significa “usurpador”.
[4] Israel, significa Príncipe de Dios o el que lucha con Dios.
[5] Peniel: rostro de Dios.

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