experiencias en el templo de Dios en la ciudad de Jerusalén pero ahora estaba ausente, alejado de esas experiencias. Era ese recuerdo que lo ponía triste y pensativo; se acordaba de épocas pasadas cuando se unía a la multitud de creyentes y los dirigía a la casa de Dios; se acuerda de la alegría indescriptible que sentía en su pecho en aquellos días especiales; casi como que oye en las cámaras de su recuerdo las dulces melodías de alabanza que elevaban los fieles reunidos en el templo de Dios.
Considera tú nostalgia como una bendición, pues Dios quiere que tú te vuelvas a El. El Salmista te quiere hablar en este día pues el mismo se pregunta, porque te abates, oh alma mía y te turbas dentro de mi? La pregunta era sincera. Pero luego transforma su nostalgia en fuerte fe y esperanza del futuro. Sabe que ese futuro no está tanto en sus manos como en las de Dios. Reconoce que sus sentimientos pueden ser dolor pero pone sus ojos en el mismo Dios que un día le concediese singulares bendiciones. Aconseja a su alma inquieta con estas palabras, «espera en Dios; porque aun he de alabarte, salvación mía y Dios mío.» Sabe que, luego de esas circunstancias pasajeras, pondrá su pie de nuevo en aquel templo donde había sentido tan inmensa alegría.
Usted puede hacer lo mismo. Esa nostalgia santa que ahora siente puede convertirse en determinación clara de volver al redil del Buen Pastor. No sería la primera vez que una oveja del Señor se ha apartado del rebaño y ha ido tras pastos extraños y hasta venenosos. Pero el Buen Pastor esta dispuesto a dejar las noventa y nueve ovejas que están a salvo para ir tras la una que se ha extraviado del redil y se ha quedado en la escabrosa montaña. Jesús te tomará en sus brazos y por valles y montañas, te llevará de nuevo al aprisco de los suyos.
¡Háblele a tu alma! Es bueno hacerlo! Examínate y vuelve al redil.
