Oraciones Tardías (III) La Sulamita


«Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
He recogido mi mirra y mis aromas;
He comido mi panal y mi miel,
Mi vino y mi leche he bebido.
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados.» Cantares 5:2
Este pasaje nos habla de la Iglesia de los últimos días. La iglesia dice, me quité el traje de pecado, me lave los pies, ya no ando en pecado, por qué insiste? Pero el Maestro insiste porque desea algo profundo, una relación íntima con su amada, quiere quitar las pequeñas zorras que impiden una relación con su amada.
Dios nos llama para hacer cambios y quitar…(leer más)
obstáculos en tú vida, aquellas cosas que te impiden acercarte a él. En Apocalipsis vemos a la Iglesia de Laodicea, él toca, él llama a la puerta, él insiste, porque hay urgencia de que la iglesia, tú y yo estemos preparados, listos para encontrarnos cada día con él.
Sin embargo, como iglesia, cuestionamos el llamado. No nos queremos incomodar, queremos seguir con la misma rutina y nos decimos, para qué más si ya me congrego, ya creo en Dios, le oro todos los días, soy agradecido, etc. y permanecemos en un letargo espiritual.
Entonces, el esposo, el Amado, tiene que hacer algo drástico para sacarte de ese confort: 
«Mi amado metió su mano por la ventanilla,Y mi corazón se conmovió dentro de mí.» Cantares 2:4 


El mete su mano en tú vida y te sacude! Te lleva a situaciones difíciles para que vuelvas tu mirada a El. Sacude las cosas con movibles para que permanezcan las inconmovibles. 

La Sulamita, se levanta: 

«Yo me levanté para abrir a mi amado,Y mis manos gotearon mirra,Y mis dedos mirra, que corría Sobre la manecilla del cerrojo.» 
La mirra aquí significa amargura y mansedumbre. No esperemos la amargura, la prueba para acudir a su llamado. Debes de estar listo porque el arrebatamiento pasa y tú te quedas. 
Nos quitaron el velo de la misericordia y entonces la Sulamita hace una oración tardía
«Abrí yo a mi amado;
Pero mi amado se había ido, había ya pasado;
Y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé;
Lo llamé, y no me respondió.
Me hallaron los guardas que rondan la ciudad;
Me golpearon, me hirieron;
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado,
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor.»
Tres personajes hemos tocado en «Oraciones Tardías», El Rico y Lázaro, Sansón y la Sulamita. El rico hizo su oración desde el Hades, ya no podía solucionar nada. Sansón clama a Jehová unos segundos antes de morir en el templo del dios Dagón y la Sulamita en Cantares, abre la puerta y ora cuando ya su Amado había pasado.  
Tres historias que conmueven nuestro corazón y nos ponen alerta de lo importante de estar siempre preparados para acudir a su llamado.  Solamente volvamos nuestros ojos a Dios, él es todo misericordioso y está con sus brazos abiertos para recibirnos. 
Mensaje de Isabel de Cartín (transcrito por Maritza Cartín)

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