
10 de junio
¿No es esta una asociación maravillosa, que Cristo llevara en sí mismo todo aquello que nos correspondía a nosotros, hasta la tristeza y el desconsuelo y al final, hasta la misma muerte? Ese cuerpo bendito, aunque no vio corrupción, no obstante, estuvo tan muerto como cualquiera otra persona que haya muerto jamás. Cristo tomó todo lo que nos pertenecía en esa maravillosa asociación.
Ahora mira el resultado de esa unión que hace posible que Cristo satisfaga todas nuestras necesidades. Por ejemplo, yo traigo mi pecado pero ante eso, él presenta su redención. Yo le traigo muerte, pero él presenta su resurrección. Yo le llevo debilidad, y él la satisface con su fortaleza. Yo traigo mi maldad, y Dios hace de Cristo mi justicia. Yo le presento mi naturaleza maligna y Dios hace de él mi santificación. Cualquier cosa mala que yo tenga para presentar como contribución a la asociación, él lo cubre con un esplendor de bondad que lo borra y enriquece mi alma mucho más que antes. Oh, qué maravilloso es entrar en asociación con su Hijo, ¡Jesucristo nuestro Señor!
Pero como Jesús no morirá jamás, no necesita pasarle a ningún otro su oficio de sacerdote.
Jesús puede salvar para siempre a los que, por medio de él, quieren ser amigos de Dios. Pues vive eternamente, y siempre está pidiendo a Dios por ellos.
Jesús es el Jefe de Sacerdotes que necesitábamos, pues es santo, en él no hay maldad, y nunca ha pecado. Dios lo apartó de los pecadores, lo hizo subir al cielo, y lo puso en el lugar más importante de todos.
Hebreos 7:24-26 [TLA]