
noviembre 1
NO TE DESANIMES por lo difícil que te pudiere resultar concentrar tu atención en mí. Yo sé que el deseo ardiente de tu corazón es estar permanentemente consciente de mi Presencia. Esta es una meta noble pero aunque tratas de alcanzarla en forma total nunca lo lograrás mientras vivas en este mundo. No dejes que un sentimiento de fracaso te desaliente; más bien trata de verte en la forma en que te veo yo. Antes que nada, me hace feliz saber que deseas ir por la vida caminando cerca de mí. Me produce alegría cada vez que tomas la iniciativa para comunicarte conmigo. Además, me doy cuenta del progreso que has hecho desde que tomaste la decisión de vivir en mi Presencia.
Cuando te des cuenta que tu mente tiende a divagar lejos de mí, no te alarmes ni te sorprendas. Vives en un mundo que ha sido acondicionado para distraerte. Cada vez que intentas abrirte camino a través de las distracciones masivas para comunicarte conmigo, alcanzas una victoria. Alégrate por estos pequeños triunfos porque ellos aumentarán la luminosidad de tus días.
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
—Romanos 8.33–34
Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.
—Hebreos 4.14–16 (NVI)








